Surcos de Sudáfrica

1
Luego de observarla en silencio y, en forma de cumplido, le dijo que si ella quisiera casarse allí podría conseguir varias vacas.

2
Coloured, ni blanco ni negro. Si venís desde el este, sos Indian. Podés comer en un restaurante portugués halal.

3
Todo parece estar bien. Hasta que el ojo hace foco y nota el cerco eléctrico sobre la laguna artificial que rodea el moderno edificio de oficinas.

4
Discusiones geográficas sobre la verdadera “cuna de la humanidad”.

5
En este barrio, no hay veredas. Solo paredones y calle. Recuerdo las publicidades de aseguradoras que veo todo el tiempo en la televisión. ¿Pensó usted qué le pasaría a su familia si muere en un accidente de tránsito?

6
La iglesia aún conserva en sus paredes los huecos de las balas. Balas desde dentro y desde afuera. Estudiantes sin escapatoria.

7
Mr. Price es el más genuino crisol de razas. Ropa muy barata de origen chino. Música alegre de fondo.

8
Cuando un elefante agoniza, su manada forma círculo a su alrededor y juntos esperan la muerte. Al llegar el fin, los elefantes sobrevivientes hacen sonar sus trompas al unísono.

9
Solo basta una pequeña chispa.

10
Cada tanto, en el camino, brota un bloque con restaurantes de cadena. Es siempre la misma imagen, los mismos restaurantes en el mismo orden. Como si alguien se hubiera dedicado a copiar y pegar a lo largo de la traza de la ruta.

Que

Caen las primeras gotas de lluvia cuando Eugenia nota que olvidó su paraguas en la cafetería por cuya puerta pasa una hormiga que lleva el trozo de una hoja de fresno que tocó el brazo del poeta a quien se le escapa una rima de unos versos que escribe sobre  una mujer que olvidó su paraguas.

Sistema en contradicción

Gracias por recibirme entre pacientes, ya sé que no es algo habitual, pero esto que me pasó es muy importante. Importante en serio, no como cuando me peleé con Nacho. No, ni me puedo sentar. Sí, sí, te cuento lo que pasó. Fue cuando estaba completando un formulario en internet, no me mires así, creeme que es importante. Para enviar el formulario, tenía que hacer click en uno de esos botones que dicen “No soy un robot”. ¿Los viste alguna vez? Supuestamente están para evitar el spam pero, en realidad, son una herramienta de búsqueda. El tema es que cuando hice click en el botón, apreció un cartel de error en la pantalla, pero no era un mensaje normal, decía que me tenía que quedar donde estaba. Pero no tuve ni tiempo para leerlo bien porque, enseguida, sonó el teléfono. Una voz me dijo que mi sistema había entrado en contradicción y que un grupo ya había salido para mi casa. Ellos me iban a explicar bien la situación. No, no sospeché que fuera un engaño ni nada similar, me quedé esperándolos como me pidieron. Como media hora más tarde, dos hombres vinieron a mi casa y me explicaron lo que sucedió: como nosotros estamos programados para decir siempre la verdad, cuando nos enfrentamos a una no-verdad, nuestro sistema genera una alerta que se lo transmitimos a la computadora a través de una señal eléctrica. Y a través del IP de la computadora, ellos ya tienen la información para localizarnos. ¿Quiénes eran ellos? Unos técnicos de “FereHumana”, la empresa que nos construyó para que realizáramos tareas peligrosas o indeseables. Sí, es lógico que nunca los hayas oído nombrar porque su trabajo siempre fue confidencial. Trataron de mantener su proyecto en secreto porque hace treinta años todavía había muchos grupos anti-robots. Igualmente, la información se filtró y estos grupos tomaron la decisión de destruirnos, para ellos éramos una afrenta contra la humanidad. Lo lograron hacer con algunos, pero varios otros pudimos sobrevivir porque eliminaron parte de nuestra memoria, nos sacaron los instrumentos de rastreo y nos mezclaron entre la gente. Nos pudimos integrar porque somos robots semiorgánicos, que crecen, envejecen y mueren. El tiempo pasó y, ahora, que nuestra existencia es legal, decidieron que era momento de recuperarnos. ¿Cómo me siento? No sé muy bien cómo contestarte esa pregunta. Pero si querés saber si estoy triste o algo parecido, la verdad es que lo ignoro. En realidad, tendría que preguntarles si tengo las conexiones necesarias para sentir tristeza. Pero esto tiene su lado bueno: le encontré una explicación a eso que me dicen todos los que me conocen, que soy rara, bastante fría, demasiado sincera. Además, ahora sí sé para qué vine al mundo. Tantos años tratando de averiguarlo sin éxito y, de repente, lo descubro. Me construyeron como robot de rescate en emergencias, para que ningún humano tuviera que arriesgar su vida en esas situaciones. No, especial no me considero, imaginate que lo único que me diferencia de otros como yo es mi número de serie. Sí, me dijeron que hay muchos más viviendo entre la gente, sin saber qué son en realidad. Pero solo los van a poder recuperar cuando sus sistemas entren en contradicción. ¿En serio? ¿Justo la página que estabas viendo tiene uno de esos botones? ¿Y por qué no probás vos a ver qué pasa?

Del anotador de un alien que está de paso por la Tierra: los cumpleaños

Los humanos nacen en alguno de los 365 días* que la Tierra tarda en realizar el movimiento de traslación. Y ese día debe ser registrado de alguna forma, dado que a ellos les encanta festejar que su planeta haya dado una vuelta completa alrededor del sol desde que nacieron. La primera vuelta se denomina “primer cumpleaños” y el humano cumple un año, la segunda vuelta, “segundo cumpleaños” y cumple dos años, y así sucesivamente hasta que su sustento biológico inicia el proceso de reciclado.

En cada ocasión que esto sucede, el cumpliente se reúne con individuos de su círculo social más cercano y recibe de estos varios objetos conocidos como “regalos”. Los mismos están provisoriamente ocultos bajo una envoltura de papel e identificados con un pequeño adminículo ornamental designado como moño.

Lo más destacable de esta celebración es que, en un momento, se produce un apagón voluntario de las luces y uno de los participantes se dirige hacia el festejado con un alimento cilíndrico achatado (aunque también hay de otras formas), compuesto por capas intercaladas de dulce sólido y de dulce semisólido. Sobre el elemento comestible, unos dispositivos de iluminación mediante pequeñas llamas permiten que el portador reconozca el camino en la oscuridad. Mientras tanto, todos los reunidos cantan una fórmula ritual que dice así: “¡Que los cumplas, feliz! // ¡Que los cumplas, feliz! // ¡Que los cumplas, (nombre del individuo, a veces, alterado)!  ¡Que los cumplas, feliz!”. El celebrado, al finalizar el canto, debe abocarse a dos tareas: 1) pedir tres deseos** y 2) apagar la llama, mediante un soplido, a los fines de evitar que se incendie el habitáculo del festejo.

 

* La cifra exacta es de 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45 segundos. Pero los humanos prefieren redondear las cifras, aunque esto les genere problemas luego.

** Un deseo es algo que un humano quiere que suceda. Los pueden solicitar, ante quien corresponda, mientras están a) soplando las velas en su propio cumpleaños, b) observando una estrella fugaz o c) arrojando monedas en una fuente.

Notas de un alien que está de paso por la Tierra: la calesita

Una calesita consiste en un círculo de unos pocos metros de diámetro en cuya superficie se sitúan figuras rígidas que representan medios de transporte, animales y otros objetos que aún no reconozco (es probable que sean producto de la profusa imaginación humana). Los miembros más jóvenes de la especie se sientan sobre estas figuras, mientras el dispositivo gira sobre su eje. A un volumen casi nocivo, suenan melodías infernales (nota: desarrollar el concepto de infierno) que los niños parecen disfrutar. Los referentes adultos de los niños permanecen sentados o parados a una distancia prudencial de la máquina. Ambos se saludan cada vez que el movimiento circular los reencuentra. Esta acción se contradice con lo que denominé Teoría del Saludo Humano, que establece que las personas solo agitan sus manos con las palmas orientadas hacia sus interlocutores cuando se encuentran y cuando se alejan.

Típicamente, en un punto exterior de la calesita se ubica una persona, denominada calesitero o calesitera, que moviliza una pera de madera. En dicha pera, hay insertado un elemento denominado sortija, objeto que consta de dos componentes: a) un anillo metálico y b) una varilla a la que se le dio la forma de letra V, cuyo ángulo abraza la circunferencia del anillo y que se oculta en el hueco del elemento peroide.

El calesitero o calesitera suele ofrecer la sortija a los niños efectuando, con sus manos, movimientos en forma de ocho acostado o de infinito (nota: preguntarle a un individuo de esta profesión qué es lo que se quiere simbolizar con el movimiento. Hacerlo con discreción, para que no sospeche nada).  Sin embargo, cuando los niños estiran sus brazos y se acercan al elemento, el adulto les dificulta su obtención. Finalmente, un niño logra ser más ágil que el calesitero o calesitera y se hace acreedor temporal de la sortija, lo que significa que podrá dar una nueva vuelta sin que haya intercambio de dinero.

Conviene bajarse de la calesita cuando esta deja de girar.

 

Felicidad Enfrascada®, preguntas y respuestas

P: ¿En qué consiste el servicio de Felicidad Enfrascada®?

R: Ante la inminencia de un momento feliz, usted nos llama a nuestro teléfono gratuito y le enviaremos un especialista que, con total discreción, captará la felicidad, la comprimirá y la guardará en un frasco de cincuenta centímetros cúbicos.

P: ¿Cómo uso el contenido del frasco?

R: Dentro de los siete años del envasado, podrá abrir ese frasco y volver a sentir la misma felicidad que sintió en el momento en que fue captada. Cada frasco otorga una sensación de diez segundos de felicidad. No se recomienda utilizar la felicidad en más de dos ocasiones de cinco segundos.

P: ¿Cómo conservo el envase? 

R: Recuerde guardar el frasco en un lugar seco y oscuro.

P: ¿Cómo sé que me encuentro ante un momento de felicidad inminente?

R: Por favor, remítase al artículo «Felicidad: ¿cómo sé que está por llegar?»,  escrito por Menelao Quirós.