Gracias por recibirme entre pacientes, ya sé que no es algo habitual, pero esto que me pasó es muy importante. Importante en serio, no como cuando me peleé con Nacho. No, ni me puedo sentar. Sí, sí, te cuento lo que pasó. Fue cuando estaba completando un formulario en internet, no me mires así, creeme que es importante. Para enviar el formulario, tenía que hacer click en uno de esos botones que dicen “No soy un robot”. ¿Los viste alguna vez? Supuestamente están para evitar el spam pero, en realidad, son una herramienta de búsqueda. El tema es que cuando hice click en el botón, apreció un cartel de error en la pantalla, pero no era un mensaje normal, decía que me tenía que quedar donde estaba. Pero no tuve ni tiempo para leerlo bien porque, enseguida, sonó el teléfono. Una voz me dijo que mi sistema había entrado en contradicción y que un grupo ya había salido para mi casa. Ellos me iban a explicar bien la situación. No, no sospeché que fuera un engaño ni nada similar, me quedé esperándolos como me pidieron. Como media hora más tarde, dos hombres vinieron a mi casa y me explicaron lo que sucedió: como nosotros estamos programados para decir siempre la verdad, cuando nos enfrentamos a una no-verdad, nuestro sistema genera una alerta que se lo transmitimos a la computadora a través de una señal eléctrica. Y a través del IP de la computadora, ellos ya tienen la información para localizarnos. ¿Quiénes eran ellos? Unos técnicos de “FereHumana”, la empresa que nos construyó para que realizáramos tareas peligrosas o indeseables. Sí, es lógico que nunca los hayas oído nombrar porque su trabajo siempre fue confidencial. Trataron de mantener su proyecto en secreto porque hace treinta años todavía había muchos grupos anti-robots. Igualmente, la información se filtró y estos grupos tomaron la decisión de destruirnos, para ellos éramos una afrenta contra la humanidad. Lo lograron hacer con algunos, pero varios otros pudimos sobrevivir porque eliminaron parte de nuestra memoria, nos sacaron los instrumentos de rastreo y nos mezclaron entre la gente. Nos pudimos integrar porque somos robots semiorgánicos, que crecen, envejecen y mueren. El tiempo pasó y, ahora, que nuestra existencia es legal, decidieron que era momento de recuperarnos. ¿Cómo me siento? No sé muy bien cómo contestarte esa pregunta. Pero si querés saber si estoy triste o algo parecido, la verdad es que lo ignoro. En realidad, tendría que preguntarles si tengo las conexiones necesarias para sentir tristeza. Pero esto tiene su lado bueno: le encontré una explicación a eso que me dicen todos los que me conocen, que soy rara, bastante fría, demasiado sincera. Además, ahora sí sé para qué vine al mundo. Tantos años tratando de averiguarlo sin éxito y, de repente, lo descubro. Me construyeron como robot de rescate en emergencias, para que ningún humano tuviera que arriesgar su vida en esas situaciones. No, especial no me considero, imaginate que lo único que me diferencia de otros como yo es mi número de serie. Sí, me dijeron que hay muchos más viviendo entre la gente, sin saber qué son en realidad. Pero solo los van a poder recuperar cuando sus sistemas entren en contradicción. ¿En serio? ¿Justo la página que estabas viendo tiene uno de esos botones? ¿Y por qué no probás vos a ver qué pasa?