«¡El tiempo pasó volando!», pensó Ana mientras finalizaba su primera y brevísima cita con Ezequiel. De camino hacia su casa, concluyó que sería por aquello de la teoría de la relatividad: diez minutos en una sesión de masajes no parecen durar lo mismo que diez minutos en la fila del Banco Provincia. Lo que Ana ignoraba era que, durante ese período y sobre las coordenadas geográficas donde transcurrió la cita, los científicos del Centro de Experimentaciones Semisecretas lograron comprimir el tiempo mediante el experimento archivado en la carpeta TG-89/1995 y basado en la teoría expuesta en el Capítulo V del libro “Manipulando a Cronos”, de A. F. Ghidini. Como consecuencia, cada hora tuvo una duración de sesenta segundos. Y aunque Ana y Ezequiel estuvieron juntos toda la tarde según su reloj, no tuvieron ni tiempo de terminar el café.